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TESTIMONIO VOCACIONAL

Actualizado: 25 jul

“Se he alcanzado tu favor, dame una señal

de que eres realmente Tú el que está hablando conmigo” (Jc 6, 17)

A menudo creemos que es mejor no pedirle a Dios signos para no "tentarlo", para no probarlo. Yo también tenía miedo de hacerlo, pero me preguntaba: "¿Cómo entiendo realmente si lo que siento dentro de mí es Su voluntad o es sólo mi fijación, algo de lo que me convencí sólo porque me gusta la idea y me hace sentir bien?" A menudo repetía una frase que Fray Volantino dice en una catequesis: "Si te gusta la idea, el deseo te lo ha puesto Dios". Eso me animó, pero no fue suficiente para mí.


Ciertamente en la oración el Señor ya me daba muchas respuestas, pero para mí no era suficiente. Entonces mi Guía espiritual me dijo que no había nada de malo en pedir al Señor una señal clara si en mi corazón estaba el deseo verdadero y sincero de entender y hacer Su voluntad y ya que algunos personajes de la Biblia también lo hicieron (Cf. Is 7, 11; Jc 6,17; Jn 6,26).


Cuando finalmente fui a hacer el primer retiro, no quería volver a casa sin estar segura de que era Él quien hablaba a mi corazón. ¡Y algo increíble sucedió!


Una tarde mi Guía vino a mi habitación para traerme una copia de su Regla para leer. Debido a que no había engrampado las hojas, para mantenerlas todas juntas en orden, había usado un folleto verde doblado. Me dijo que si quería, también podía tener ese folleto en el que estaba escrita una "oración poderosa para obtener grandes gracias".

Cuando ella se va, abro ese folleto y leo la oración. Habían espacios vacíos para rellenar con el propio nombre, la señal que se pedía y la promesa de hacer al Señor. El folleto también decía de arrodillarse, si era posible, frente al Tabernáculo. No he hablado con nadie sobre esto, ni siquiera con mi Guía.

Lo pienso un poco, luego tomo el folleto, un bolígrafo y voy a la capilla que se encontraba al lado de la habitación que estaba usando. Un poquito asustada y con las manos que me temblaban, me arrodillo, respiro hondo y empiezo a llenar ese folleto. Puse mi nombre, continúo con la petición de la señal (que había pensado, tenía que ser algo particular, que difícilmente pudiera suceder) y escribo: "Quiero que me hagas un signo de cruz en mi frente"; finalmente agrego la promesa: ¡"toda mi vida"!. Miré hacia el Tabernáculo y, como Gedeón, le dije a Jesús: "dame esta señal si eres tú quien me habla".


Pasaron los días y aún no había señales y esto me desanimó. Pero la noche antes de regresar a casa, después de orar el Santo Rosario todas juntas, una hermana, sin razón aparente, se acerca a mí y ¡me hace el signo de la cruz en mi frente! ¡No podía creerlo! Me sorprendió, estaba impresionada, yo era feliz!!

¡Aquí está el signo de la certeza!

¡A través de esa pequeña hermana Dios respondió a mi petición!

¡Ahora toca a mí cumplir la promesa!



Una aspirante psgm

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