Paz y bien a ustedes, espectadores (cf. Sab 19,8) que leen las maravillas que el Señor (cf. Sal 105,5) ha hecho también en mi vida desde que era niña. La cruz, ha sido para mí un estímulo adicional para seguir al Señor. ¡Abrazar la cruz en cada etapa de la vida! Cuando escuche por primera vez el pasaje: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga.» (Lc 9,23), pensé: “claro que el Señor es exigente! ¡Me gusta!". Estas palabras de Jesús, se me quedaron bien grabadas y pensé: “¡Tiene razón! si no nos negamos a nosotros mismos corremos el riesgo de no tomar la cruz adecuada, y corremos el riesgo de no seguir al Señor y, por tanto, de no hacer su voluntad”'. Alguien me enseñó -con las palabras de Jesús- que debemos tomar sobre nuestros hombros la cruz dulce y ligera del Señor, y no la cruz fatigosa y agobiante del mundo, pues el mismo Jesús dice: "Porque mi yugo es suave y mi carga liviana." (Mt 11,30)1 . Sí, la cruz del Señor es sueve y liviana y te lleva a la salvación.
El encuentro con los misioneros y la decisión de bautizarme.
Comienzo el relato de mi testimonio, abriendo una necesaria paréntesis: nací y crecí en una familia musulmana no practicante....
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