«En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme”» (Jn 21,18-19)
¿Qué podría significa esta frase? Muchas veces, Señor, al leer este pasaje, me he hecho esta pregunta. ¿Por qué, después de preguntar a Pedro "¿me amas?" (Jn 21,15), continúas la conversación con esta aclaración? ¿Significa simplemente que cuando envejecemos ya no somos capaces de valernos por nosotros mismos? No, es una explicación demasiado banal y Tú, Jesús, nunca eres banal.
Quizás antes no lograba tener una respuesta satisfactoria mientras aún vivía en el mundo. Ahora que me encuentro en la Comunidad, creo que puedo descubrir su significado.
Puede ser que el Señor no habla de la edad cronológica sino de la edad espiritual: juventud y madurez en la fe. Es como si quisieras decirnos «cuando eras joven (pequeño) en la fe, llevabas tu vida como querías, pero cuando seas espiritualmente maduro, deberás confiarte a alguien que te sepa guiar hasta Mí». Pero se necesita nuestro "por eso le preguntaste primero a Pedro "¿me amas?" Sí, Jesús, como Tú fuiste guía de Pedro, también nos enseñas a nosotros que, después de alcanzar cierta madurez espiritual, después de pronunciar nuestro SÍ, debemos poner voluntariamente nuestras vidas en las manos de nuestra guía, de nuestros superiores: "extenderás tus manos"
Claro, lo explicas muy bien que no es fácil, no es un paseo, y a veces no es agradable, por eso dices "te llevará adonde no quieres ir" ¿Y a dónde quieren llevarnos nuestras guías? Seguramente no por los caminos de nuestra voluntad humana, sino por caminos distintos a los que estaríamos tentados de elegir por nuestra cuenta, porque ellos están más avanzados en el camino y conocen la senda, los peligros, los atajos, las tentaciones, las satisfacciones, los esfuerzos y las alegrías de este camino. Pero cuando dices "Sígueme" , nos llevas al Padre; ¿qué mejor meta que esta?
El evangelista Juan añade luego: "Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios". Jesús le dice esto a Pedro porque sabía que moriría como mártir, pero, por supuesto, no todos moriremos como mártires en una cruz. Entonces, ¿cómo glorificaremos a Dios con nuestra muerte? Con la muerte de nuestro YO. Dicho así, puede parecer algo "romántico" de hacer por Jesús, yo también lo pensaba antes, pero no lo es, y tampoco es fácil hacerlo. La muerte de nuestro yo implica la renuncia de uno mismo, de nuestra voluntad (cf. Mt 16,24; Mc 8,34: Lc 9,23), hay que dejar de lado el orgullo, el amor propio, el egoísmo, la soberbia, la presunción de ser mejores que los demás, de siempre saber qué es correcto y qué no lo es, de estar en lo correcto, etc. El hombre viejo dentro de nosotros comenzará a patalear, a protestar, a pedir que se le alimente con todas esas cosas de las que está siendo privado. Es una lucha continua.
A menudo, lo que nuestros superiores nos pedirán nos parecerá extraño, absurdo, incomprensible; pero poco a poco es posible liberarse de estos lazos que atan al hombre viejo a nosotros y gradualmente comenzará a emerger el hombre nuevo.
Dejémonos guiar de la mano hacia donde no somos capaces de llegar por nosotros mismos; esto es solo la etapa inicial, como cuando se escala una montaña y se siente la tentación de voltearse para mirar hacia atrás.
Proyectemos nuestra mirada hacia adelante, apuntemos hacia la meta que aún no vemos. Perseverando en la subida comenzaremos a vislumbrar el panorama, sentiremos el aire fresco en la piel, respiraremos la libertad, los pulmones se expandirán... y entonces subimos, cada vez más arriba... aumentamos la velocidad siguiendo el paso de la guía para no quedarnos atrás y perder la maravillosa cima donde brilla nuestro "Sol de justicia" (cf. Ml 3,20).
Dicho esto, añadió: ¡“Sígueme”!
Una experiente psgm
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