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HISTORIA: ¡La rama que quería desprenderse del árbol!

Foto del escritor: Blog PFSGMBlog PFSGM

A veces, al seguir nuestros egoísmos y nuestra voluntad, podemos correr el peligro de alejarnos de Dios y perderlo todo. De hecho, Jesús dice en el Evangelio:


<<Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes.

 Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid,

tampoco ustedes, si no permanecen en mí […]

 El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto,

porque separados de mí, nada pueden hacer.

Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca>> 

(Jn 15,4-6).


Aquí hay una simpática historia para reflexionar sobre esto:

«El castaño extendía su copa sobre una esquina del pequeño parque y era profundamente feliz. Pero no todos, en esos lugares, compartían la felicidad del árbol. Si alguien hubiera tenido un oído especialmente fino, habría oído, cuando alguien elogiaba al árbol, una voz que protestaba, enfadada: "¡Basta! ¡Es una injusticia! ¡No puedo más! ¡Todo para él, y para mí nada!" Quien refunfuñaba de esa manera era una rama. Una magnífica rama, en lo alto, a la derecha, que sacudía sus hojas con rabia. "El árbol, siempre el árbol. Pero soy yo quien lo hace todo. Yo llevo las hojas, llevo las espinas que además pinchan, y hago madurar las castañas. Cuando podría descansar un poco, las hojas caen, y me quedo aquí, desnuda, aguantando todo el frío y la escarcha del invierno, los golpes del viento, la lluvia y la nieve..." La rama estaba realmente furiosa. El árbol intentaba, en vano, hacerle entrar en razón: la invitaba a la paciencia, a la comprensión.

"Tú eres muy importante para mí, hijo mío. Eres una rama magnífica, robusta y llena de vida. Eres tan querida para mí como todas las demás ramas. Los elogios que me hacen a mí también están dirigidos a ti y a todos tus hermanos. ¿Qué sería de mí sin ustedes?" Pero la rama crujía obstinadamente y gritaba con palabras que, por decoro, es mejor no repetir. El pobre árbol estaba preocupado. Y con razón. La rama rebelde, de hecho, había planeado una fuga: se iría, se separaría del árbol y viviría por su cuenta. Un día de marzo, un viento travieso y violento se divertía dando vueltas alrededor del árbol. La rama decidió que había llegado su momento. "Viento, necesito un favor", le pidió con un toque de humildad que no le era habitual. "¡Despréndeme del árbol!"

"Como quieras..." - silbó el viento -.

El viento empezó a girar, cada vez más rápido, alrededor de la rama, sacudiéndola con una furia irresistible, hasta que, con un terrible crujido, la rama se desprendió del tronco. "¡Hurra! ¡Vuelo!" gritó la rama, arrancada por el viento y levantada por encima de la cerca del jardín. "¡Finalmente soy libre! ¡Mi vida comienza ahora!" La rama reía y exultaba: ni siquiera las lágrimas que descendían silenciosas de la herida del árbol la conmovieron. Impulsada por el viento, que soplaba violentamente con todas sus fuerzas, voló más allá del río y aterrizó en una ladera cubierta de hierba. "Ahora, decido yo", pensó mientras se tumbaba suavemente en la hierba. "Dormiré cuanto quiera y haré lo que me plazca. ¡Ya no tendré que estar pegada a ese tronco feo y rugoso!" Una hormiga le hizo cosquillas, e intentó ahuyentarla, como solía hacerlo allá arriba, cuando estaba unida al árbol, pero no lo logró. Un extraño sopor se apoderó de ella: ya no podía respirar.

Después de unas horas, sus hojas comenzaron a marchitarse.

La savia, que era su vida, y que el árbol, generoso, siempre había hecho fluir en ella, comenzó a faltarle.  Con un miedo infinito se dio cuenta de que ya había comenzado a secarse. Recordó al árbol y comprendió que, sin él, moriría. Pero ya era demasiado tarde. Quiso llorar, pero no pudo, porque ya era solo una inútil rama seca».


(Fragmento del libro "Parábolas e. Para la escuela y la catequesis." de Bruno Ferrero. Ediciones Elledici).


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