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El tesoro en la morera

  • Foto del escritor: Blog PFSGM
    Blog PFSGM
  • 9 jul
  • 2 Min. de lectura
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Incluso en las almas más duras y aparentemente difíciles de tratar puede esconderse un tesoro, que al hacerlo emerger puede requerir esfuerzo y dedicación. He aquí una simpática historia para reflexionar sobre esto:

<<El territorio de Levada está situado a lo largo del río Piave y durante la Primera Guerra Mundial sufrió intensos bombardeos a cargo de la artillería Austro-Húngara, que además esparció el terreno con minas, algunas de las cuales quedaron sin explotar, y con fragmentos de granadas.

Los campesinos, al retomar los trabajos agrícolas, limpiaron los terrenos, colocando por conveniencia los restos de la guerra dentro de los troncos huecos de los árboles de moras, que eran utilizados para la cría de gusanos de seda, una actividad muy popular en aquella época. Los morales, al crecer, absorbieron todo en su interior, haciendo que el metal no fuera siempre visible. Para la fiesta de la parroquia, era costumbre usar leña de moral para quemar. Este tipo de leña, debido a la presencia de nudos y de metales, era una de las más difíciles de cortar, ya que fácilmente se rompían hachas y sierras. El párroco, para poder obtener esta leña para la fiesta, contaba con voluntarios, quienes casi de inmediato se daban por vencidos, ya fuera por el enorme esfuerzo, por quejas de dolores en la espalda o porque, para justificar su retirada, rompían intencionadamente el mango de las hachas. Tras muchas búsquedas, solo un feligrés aceptó llevar a cabo el trabajo, pidiendo como recompensa quedarse con todo el metal presente en los troncos, que separaría de la leña para poder venderlo. Este buen hombre también estaba motivado por una leyenda escuchada en la taberna. Según la leyenda, los morales no ocultaban solo fragmentos de granadas, sino también un tesoro escondido por un ladrón, que después de un audaz escape nunca regresó a recogerlo. La suerte fue benévola con el emprendedor leñador, ya que encontró en el último tronco el tesoro, compuesto por una buena cantidad de monedas de plata sonantes. Todo esto sucedió ante los ojos asombrados del párroco, quien, según el acuerdo previamente establecido, confirmó al leñador que todo el metal era suyo, diciendo: “Con mis propios ojos he visto algo que me ha hecho recordar las Sagradas Escrituras. Así como la piedra rechazada por los constructores se convirtió en la piedra angular, también el tronco que nadie quería partir se ha convertido en un tesoro bien merecido para ti.”>>


Fragmento de Dino De Lucchi

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