"Me has seducido, Señor, y yo me he dejado seducir". (Jer 20,7)
Desde mi juventud, siempre fue mi deseo descubrir mi vocación, porque sentía que era el deseo de Dios para mi vida. Pasaron los años y como este deseo permanecía, tuve experiencias en varias comunidades religiosas, pero en ninguna encajaba.
Actualmente estoy siendo acompañada por la comunidad de las Pequeñas Hermanas de Jesús y María en esta etapa de mi vida, y aunque soy una vocación madura, este camino es una gracia de Dios. Con las Hermanas he aprendido que Dios nos da señales, basta preguntar para comprender sus planes en mi vida, como dice el Evangelio: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá" (Mt 7,7-8).
La vida es un don maravilloso que Él me ha dado y realmente he comprobado de diversas maneras, lo delicado que es Dios, estas señales que me ha ido dando sobre mi vocación, los rumbos que debo tomar, con la debida paciencia, prudencia y celo.
Soy una gran ánfora antigua [vasija de cerámica con dos asas, utilizada por los antiguos griegos para la conservación y el transporte de líquidos] en el mundo, porque a través de mi testimonio, aunque sea vieja a los ojos del mundo, Él puede utilizarme para bendecir a los demás con Su misericordia y Su amor, para la salvación del mayor número de almas posible y para mi santificación.
¿Por qué digo A LOS OJOS DEL MUNDO? porque cuando Dios hace un llamado, si la persona realmente quiere responder, no hay nada ni nadie que le pueda impedir hacerlo, ni siquiera la edad. Siento que a través de los años, Dios me ha ido seduciendo y como siempre he tratado de tener un corazón abierto y sincero, Él me ha ido guiando y respondiendo las preguntas de mi corazón. Ahora quiero decir con María: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,37)
No tengas miedo de buscar tu vocación, de pedir señales al Señor, no dejes que tu edad sea una excusa para no seguirle.
Valeria da Silva
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