“¡Escucha, hija, mira y presta atención!
Olvida tu pueblo y tu casa paterna,
y el rey se prenderá de tu hermosura.”
(Sal 44,11-12)
En la Navidad del 2015, mientras reflexionaba sobre este Salmo que se encontraba en las oraciones, Jesús respondió a mi oración, que ya duraba nueve años, es decir: “¿A qué comunidad religiosa me estás llamando y cuándo será el momento?” El Señor había realizado mi sueño: ¡ese día fui aceptada verbalmente en la comunidad religiosa de los ¡“Pequeños Frailes y Pequeñas Hermanas de Jesús y María”! Pero, en medio de todas esas emociones, Jesús me pedía que probara aún más mi deseo de hacer su voluntad…
¿Estás dispuesto a olvidar a tu gente y la casa de tu padre? (cf. Sal 44)
– a dejar las redes, la barca y al padre para seguirme (cf. Mt 4, 19-22)
– y a unirte a Mí (cf. Ef 5, 31)?
Aunque no entendía completamente qué tipo de prueba me pedía el Señor, estaba llena de alegría y decía ese “sí de todo corazón” (cf. Lc 1, 38) a todo lo que pudiera suceder antes de mi ingreso oficial en la comunidad.
Tres semanas antes de mi entrada en los seis meses de experiencia con las Pequeñas Hermanas, comenzó y continuó la prueba. Antes de recibir ese llamado en Navidad, me había comprometido a vivir, trabajar y dejarme guiar en una casa de formación (para chicas en discernimiento) durante un año escolar. La prueba era: poner la voluntad de Dios en primer lugar - dejando caer las redes de inmediato - o seguir la voluntad de todos aquellos que estaban cerca de mí y me observaban, - esperando otros 3-4 meses… Naturalmente, no fue fácil decidir. Sin embargo, asistir a los Sacramentos, leer y reflexionar sobre los ejemplos de personajes bíblicos y comunicarme con mi director espiritual me ayudaron a lanzar las redes como los Apóstoles y a entrar de inmediato en la comunidad. Y en estos años en los que he estado en la comunidad, he visto y experimentado el beneficio de las abundantes bendiciones de Jesús como recompensa (cf. Mt 19, 29).
Hna. JMLL
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