Nunca había imaginado seguir la vida religiosa. Mi sueño e ilusión era ser deportista profesional, me encantaba jugar al fútbol de salón, era la portera de la región, me elogiaban todos, tenía contacto con gente importante de la zona (entre ellos la portera de fútbol de salón del Brasil) y todo iba en camino de cumplir este sueño. Pero un día el Señor me abrió los ojos y me hizo ver que ése no era mi camino, cuando leí "¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si su vida se destruye?". El Señor me hizo ver con los ojos de la fe que este mundo es pasajero, y es sólo vanidad, y que debía buscar las cosas eternas, las que no se pueden perder, debía luchar por salvar mi vida en la eternidad. Entonces, de una hora a otra, mi sueño de ser atleta se volvió cada vez más insignificante, ya no me preocupaba por el entrenamiento, con el equipo, con los logros, las victorias, etc., hasta el punto de dejar de jugar, porque ya no tenía ningún deseo de estar en la cancha, ya no podía concentrarme, sólo podía pensar en Jesús y en su manera de vivir.
Después de abandonar mi carrera, surgieron muchas oportunidades de jugar en el extranjero, oportunidades que tanto esperaba, pero las rechacé todas porque mi sueño ya no era este, mi sueño era cumplir la Voluntad de Dios para mi vida. De hecho, como dice San Pablo: "¿No saben que en el estadio todos corren, pero uno solo gana el premio? Corran, entonces, de manera que lo ganen. Los atletas se privan de todo, y lo hacen para obtener una corona que se marchita; nosotros, en cambio, por una corona incorruptible." (1 Cor 9,24-25)
Dediqué más tiempo a Dios, atenta a su palabra, traté de poner en orden mi vida, me confesé y comencé una vida totalmente renovada. A partir de entonces, surgió una pregunta. ¿Qué quiere Dios de mí? ¿Cuál es mi vocación? ¿A qué me llama? Me respondió sorprendentemente en la Adoración al Santísimo Sacramento y no tuve ninguna duda de que era para la vida religiosa. Cambié totalmente mi vida con la ayuda de la gracia de Dios, y nada de lo que hacía me satisfacía, siempre quería más, sólo Dios podía satisfacer mi alma, y el deseo de la vida religiosa crecía cada vez más, quería entregarme enteramente a Él y luchar por la santidad.
Jamilly, aspirante al psgm
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