Cómo le habló Dios a San Agustín
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De las Confesiones de San Agustín:
<<Así hablaba y lloraba en la amargura infinita de mi corazón afligido. De repente, desde la casa vecina me llega una voz, como de un niño o una niña, no sé, que decía cantando y repitiendo varias veces: “Toma y lee, toma y lee”.
Al instante cambié de expresión y empecé a reflexionar con sumo cuidado si era una canción utilizada en algún juego de niños, pero no recordaba haberla oído nunca en ningún lugar. Contuve el torrente de lágrimas y me levanté. La única interpretación posible para mí era que se trataba de un mandato divino de abrir el libro y leer el primer verso que encontrara. Había oído hablar de Antonio, quien recibió una advertencia del Evangelio, al entrar por casualidad mientras se leía: “Ve, vende todas las cosas que tienes, dáselas a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, y ven, sígueme”. Él lo interpretó como un oráculo dirigido a sí mismo e inmediatamente se volvió hacia Ti. Así volví, agitado, al lugar donde estaba sentado Alipio y donde había dejado el libro del Apóstol al levantarme. Lo tomé, lo abrí y leí en silencio el primer versículo en el que cayeron mis ojos. Decía: “No en orgías y borracheras, no en lujuria y desenfreno, no en disputas y envidias; más bien, revístanse del Señor Jesucristo y no se dejen llevar por los deseos de la carne” (Rom 13,13s). No quise leer más, ni me hacía falta. Apenas terminé de leer esta frase, una luz de certeza, casi, penetró en mi corazón y todas las tinieblas de la duda se disiparon>>.
(SAN AGUSTÍN, Las Confesiones, VIII, 12).
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