LA MÚSICA DE DIOS...
- Blog PFSGM
- 9 jul
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Hay un pentagrama llamado vida, que se abre con la llave de violín del proyecto de Dios.
En este pentagrama encontramos notas breves, notas largas, hay notas agudas y notas graves que marcan el ritmo y crean la melodía, como las experiencias que vivimos.
Puede haber pausas, más o menos largas en las cuales se puede detener y callar. A menudo el tiempo cambia de repente.
De vez en cuando, entre un compás y otro, encontramos una pequeña coma que nos obliga a tomar aliento. Sí, entre estas notas es necesario detenerse de vez en cuando y respirar.
El ritmo varía de rápido a lento, a armonioso, y debemos interpretarlo rápidamente. Cuando es rápido, te cuesta tocar, reproducir todas las notas, no enredar los dedos… pruebas y pruebas, a menudo desanimándote, pero finalmente logras avanzar al siguiente compás. Cuando es lento, logras tocar todas las notas; tal vez te aburres un poco, pero ir más rápido te llevaría al error, porque esa no es la velocidad indicada por el Maestro. Cuando es armonioso, tocas bien, sintiendo satisfacción al escuchar ese sonido perfecto, afinado, que penetra en el corazón y hace vibrar el alma.
Puede haber, lamentablemente, algunas disonancias, notas tan agudas que suenan estridentes o tan graves que ensombrecen el oído.
Los estribillos nos hacen volver atrás y repetir algunos pasajes, ¡pero siempre seguimos adelante!
Hay ligaduras de valor que mantienen una nota unida a otra, y también hay notas que deben interpretarse de forma separada, tal como sucede con nuestros lazos. A menudo, estas últimas están marcadas con un punto.
Hay compases vacíos en los que hay que guardar silencio y escuchar los otros sonidos, esperar tu turno y dar espacio a quienes están a tu alrededor.
¡Cuántos signos hay en este pentagrama! ¡Cuánta atención debemos poner para poder interpretar perfectamente la melodía de la vida!
Al final encontramos la corona, y solo el Maestro decide cuál será su duración y su importancia.
Es Él quien coloca cada nota, cada pausa, cada signo, cada ligadura, cada separación.
Es Él quien traza esa pequeña marca para hacernos respirar, para hacernos ralentizar, para hacernos detener.
El Maestro sabe cómo terminará la obra que ha compuesto para cada uno de nosotros.
Es la armonía de nuestra vida.
Dios es el Maestro que compone, y a nosotros solo nos queda convertirnos en instrumentos en Sus manos.
Hermana Carola, postulante psgm
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