Historia del hombre que cortaba la cruz.

      Una vez había una persona que, llena de alegría, llevaba la Cruz dulce y ligera (cf. Mt 11,29-30) sobre sus hombros. Pero después de un tiempo, su fervor se debilitó y la Cruz comenzó a parecerle un poco pesada.

Entonces pensó: “Bueno, ¿Qué daño hay si corto un poco?”

      Así que tomó una sierra y cortó un trozo de la Cruz. Después de hacerlo, se la puso nuevamente sobre los hombros y, muy contento, pensó: “¡Ahora sí se ha vuelto ligera, así puedo continuar más tranquilo!” Y, lleno de energía, comenzó a marchar de nuevo.

      Pero, tras otro buen tiempo, su fervor se debilitó aún más y la Cruz le volvió a parecer pesada.

      Por lo tanto, todo fatigado pensó: “¡Bueno!, ¿Qué daño hay si corto otro trozo?”

      Así que tomó la sierra y cortó otro buen trozo de la Cruz. Después de haberla cortado, se la puso sobre los hombros y pensó: “¡Ah, ahora sí que ha vuelto a ser ligera! ¡Y puedo caminar tranquilamente!” Y, lleno de energía, comenzó a caminar de nuevo.

      Pero, pasado otro buen tiempo, su ardor se debilitó aún más y la Cruz comenzó a parecerle pesada nuevamente. Como consecuencia, todo debilitado pensó: “¡Bueno!, ¿Qué daño hay si corto otro trozo más?” Y así tomó la sierra y cortó otro buen trozo de la Cruz. Después de haberla cortado una vez más, se la puso sobre los hombros y pensó: “¡Ah, ahora sí que puedo caminar tranquilamente!”

      Y, todo ágil, comenzó a avanzar. Pero en cierto momento llegó a un lugar donde había un profundo barranco, y se dio cuenta de que la Cruz le servía para pasar de un lado a otro, pero como la había cortado toda, la Cruz se había vuelto demasiado corta y, por lo tanto, no podía pasar al otro lado del barranco. ¡¡¡Se arrepintió de no haber tenido el ardor y la Santa perseverancia para llevar toda la Cruz que le habría permitido cruzar de un lado al otro!!!

<<Al final de la vida se abren las puertas de la Eternidad:

 sin la Cruz no se entra [en el Paraíso]>>

(Papa Juan XXIII, en la revista Muerte y Vida, p. 50)