HISTORIA DE LAS DOS PIEDRAS PRECIOSAS...

El corazón del hombre se fija un trayecto,

pero el Señor asegura sus pasos.”

(Prov.16,9)

A menudo, cuando nos disponemos a buscar la Voluntad de Dios, nuestra mente está llena de proyectos y cosas por realizar, y corremos el riesgo de subestimar o sentirnos decepcionados por lo que Dios podría pedirnos, si no está alineado con nuestros deseos humanos... ¿Pero es realmente así? ¿O acaso lo que Dios quiere para nosotros es realmente lo mejor? Aquí tienes una simpática historia escuchada en la comunidad, que puede ayudarnos a reflexionar:

Había dos piedras preciosas (perlas) que se encontraban en un arroyo, y mientras eran arrastradas por la corriente, hablaban fantaseando sobre su futuro: “Ahora, ¿Quién sabe dónde terminaremos? Quizás, ¡quién sabe!, en la corona de un gran príncipe, o de una reina, o quizás acabaremos en la mismísima corona del rey”. Y continuaban su viaje, fantaseando sobre sus proyectos de fama.

En un momento dado, un hombre tomó estas dos perlas y, ante su sorpresa, las mezcló con concreto y las fijó en una pared. Entonces, las dos piedras preciosas comenzaron a protestar: “¡Pero cómo! ¡Nosotras somos piedras preciosas, no merecemos acabar en un lugar tan pobre! ¡Esto no es justicia!”. Las dos perlas pidieron ayuda a una gota de agua, que descendió para ayudarlas, se infiltró en la pared, hizo una abertura y logró despegar las dos perlas de la pared, y las dos piedras preciosas cayeron al suelo.

Cuando estuvieron en el suelo, alzaron la mirada, y con gran pesar, se dieron cuenta de que antes habían sido colocadas en un majestuoso mural dentro de una iglesia, y que estaban posicionadas exactamente en los ojos de Jesús, el Rey de reyes. Justo en ese momento llegó el sacristán con la escoba y el recogedor, y las arrojó al cubo de basura.

Así está escrito: «Al hombre le pertenecen los proyectos de la mente, pero del Señor viene la respuesta» (Pr 16,1).