Habia una vez una tortuga que estaba cansada de vivir en el usual sitio y deseaba viajar. De las historias que habia oido, los países extranjeros le aparecian bellos y alegres, y la atraian mucho. La tortuga decidió por lo tanto de salir de viaje por el mundo y comunicó su plan a dos patos sus amigos. Estos le dijeron: podemos ayudarte, si quieres te conduciremos en vuelo... hasta en América. Si supieras cuanto pueblos y cuanto estados podrás observar durante el viaje. La tortuga aceptó de buen grado la propuesta. Decidida la cosa, los patos se pusieron a buscar un objeto apto para transportar por aire a la viajera. Todo el sofisticado objeto se redujo a un bastón:
"Agarrate.. Aprieta bien el bastón con los dientes y está atenta a no soltardo"! le rencomendaron las amigas. Luego cada uno de ellos agarró el bastón por una extremidad: La tortuga vino así elevada. La gente se asombró en verla ir en aquel modo por el cielo y carcajeándose empezaron a gritar:"Milagro! Corran a ver a la reina de las tortugas que vuela entre las nubes..." "Sí es justo así. ¡La reina soy propio yo"! exclamó la tortuga, pero habría hecho mejor a no decir nada para no perder aquel único soporte. La tortuga quiso hablar por vanidad y abriendo la boca cayó a tierra y se estrelló entre los que la estuvan mirando...
De la carta de S. Pablo Apostol a los Galatas:
"Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir también por él. No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los otros y envidiándonos mutuamente". (Gal 5,25-26)
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