Ofrecer sacrificios a Dios es un tema que nos da mucho de qué hablar. Cuando pensamos en el sacrificio, podríamos pensar en ayunar o ir a pie hasta un Santuario para agradecer (o pedir) la gracia a la Virgen. Pero, ¿cuál es el sacrificio más agradable a Dios?
En Fátima, la Virgen pidió "oraciones y sacrificios" y en una de las meditaciones de nuestro fundador dice: "oraciones - para comprender la voluntad de Dios; y sacrificios - para ponerla en práctica".
A menudo puede ser más fácil simplemente elegir un sacrificio para ofrecer; la dificultad comienza cuando Dios nos pide que sacrifiquemos algo que no queremos dar, especialmente cuando se trata de sacrificar nuestra voluntad para hacer la Suya. La búsqueda de la voluntad de Dios, sin embargo, requiere el tipo de disposición que tuvo Cristo: la renuncia a la propia voluntad que conduce solo en una dirección, hacia la muerte de cruz.
“Sacrificio y oblación no quisiste; pero un cuerpo me has formado. [...] Entonces dije: ¡He aqui que vengo – pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad.”(cf. Hb 10, 5-7).
Reflexionemos y reflexionemos bien: si Dios nos dijera hoy: "Ven, sígueme", pidiéndonos que dejemos atrás nuestros hogares, familias y proyectos personales (cf. Mt 19, 29), ¿estaríamos dispuestos a hacer este sacrificio? ¿Responderemos como Jesús: "Padre, hágase tu voluntad, no la mía" (cf. Lc 22, 42), o como el joven rico nos marcharíamos tristes porque no quisiéramos renunciar a tantas cosas (cf. Mt 19, 22).?
Hna. CMC
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