Todos los días, un campesino traía agua del manantial a la aldea en dos grandes tinajas, que ataba al lomo del burro que trotaba a su lado. Una de las tinajas, vieja y llena de grietas, perdió agua durante el viaje. La otra, nueva y perfecta, tenía todo su contenido sin perder una sola gota. La vieja tinaja agrietada se sentía humillada e inútil, sobre todo porque la nueva no perdía ocasión de señalar su imperfección.
"¡Yo no pierdo ni una gota de agua!"
Una mañana, la vieja tinaja confió a su dueño: "Sabes, soy consciente de mis limitaciones, pierdes tiempo, esfuerzo y dinero por mi culpa. Cuando llegamos al pueblo, estoy casi vacía. Perdona mi debilidad y mis heridas". Al día siguiente, durante el viaje, el campesino se dirigió a la tinaja agrietada y le dijo:
"mira al borde de la carretera",
Ella respondió: "es precioso, todo lleno de flores",
El campesino le dijo:
"¿Lo has visto? Y todo esto sólo gracias a ti".
"Tú eres la que riega el borde de la carretera todos los días. Compré un paquete de semillas de flores y las sembré al borde del camino y, sin saberlo ni quererlo, las riegas todos los días. El vieja tinaja no se lo dijo a nadie, pero aquel día se sintió morir de alegría.
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