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A propósito de resurgir ya ahora en el alma - Cuento del ratoncito que quiso cambiar…

Actualizado: 25 jul



En una noche fría de invierno, un hada que tenía poderes dados del Señor encontró sobre el borde de la puerta un ratoncito entumecido y casi muerto de frío. El hada agarro al ratoncito, lo confortó y le pidió de quedarse para hacerle a compañía. De aquel momento la vida del ratoncito fue agradable. Pero a pesar de esto, el animalucho no tenía el respiro feliz. El hada se preocupó: ¿Qué tienes, pequeño amigo? le preguntó. Tú eres muy buena conmigo. Y todo en tu casa es muy bueno conmigo. Pero esta el gato... El hada sonrió. No había pensado en el gato de la casa, un animal demasiado sabio y bastante saciado para dignarse a buscar a los ratones. El hada exclamó: ¡Pero aquel bonito gato no te quiere hacer mal ciertamente, amigo mío! ¡No haría jamás daño a un ratoncito! No hay nada de que temer, te lo aseguro. “te creo, pero es más fuerte de mi" lloraba el ratoncito. “Tengo mucho miedo del gato.” Tu poder es grande. ¡Transfórmame en gato! Así no tendré más miedo de aquella bestia horrible.

El hada movió la cabeza. No le pareció una buena idea.... Pero el ratoncito le suplicó y entonces dijo: “¡Se haga como deseas, pequeño amigo!". Y de pronto el ratoncito fue transformado en un gran gato. Cuando murió la noche y nació el día, un bonito gato salió de la habitación del hada. Pero apenas vio el gato de la casa, el gato-ratoncito corrió a refugiarse en la habitación del hada y se metió bajo la cama. “¿qué te sucede, pequeño amigo?" preguntó el hada, sorprendida. ¿Tendrás todavía un poquito de miedo del gato?. El ratoncito-gato se avergonzó muchísimo. Y suplicó: “Te ruego me transformes en un perro, un gran perro con los colmillos cortantes, que ladra fuerte..." Del momento que lo deseas te contento y ¡así sea!". Cuando el día murió y se encendieron las lámparas de aceite, un gran perro negro salió de la habitación del hada. El perro fue hasta el ingreso de la casa y encontró el gato de casa que salió de la cocina. El gato casi se desmayó por el miedo a la vista del perro. Pero el perro tuvo aún más miedo. Aulló penosamente y corrió a refugiarse en la habitación del hada. El hada miró al pobre perro tembloroso y dijo: ¿Qué te sucede? ¿Has encontrado otro perro? El perro-ratoncito si avergonzó casi de morir. Y le pide: "!Transfórmame en un tigre, te lo ruego, en un gran y terrible tigre!" El hada lo contentó y, el día siguiente, un enorme tigre de ojos feroces salió de la habitación del hada. El tigre paseó por toda la casa asustando a todos, luego salió en el jardín y allá encontró el gato que salió de la cocina. Apenas vio al tigre, el gato dio un salto aterrorizado, se subió sobre un árbol y luego cerro los ojos, diciendo: ¡Soy un gato muerto! Pero el tigre, viendo al gato, maulló desconsoladamente y escapo aún más veloz del gato y corrió a refugiarse en un Angulo del cuarto del hada. "¿Que bestia espantosa has encontrado?" le pregunta el hada. Yo... yo tengo miedo... del... gato! tartamudeaba el tigre que temblaba. El hada dio una gran carcajada. Ahora entiendes, pequeño amigo explicó. ¡La apariencia no es nada! Por fuera tienes el aspecto terrible de un tigre, pero tienes miedo del gato porque tu corazón ha quedado como aquel del ratoncito.


Debemos iniciar del corazón.

Bruno Ferrero

Así dice la Escritura:


« ... el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón »

(1 Sam 16,7)



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