En el camino del discernimiento vocacional a menudo nos encontramos lidiando con nuestros propios límites y defectos humanos, y cuando esto sucede a menudo nos desanimamos, no sintiedonos adecuados y capaces de responder a la llamada del Señor. Algunos incluso se han preguntado: "¿Pero por qué el Señor me llama a la consagración, o a esta misión, o etc.. si él sabe que soy así?"
Sencillo: porque el Señor ciertamente no se detiene en nuestros límites y de hecho,
llama a personas así principalmente por dos motivos:
1. Él quiere que superemos nuestros límites
De hecho, si Dios razonara como nosotros, ninguno de nosotros alcanzaría jamás la perfección o la santidad (cf. Mt 5, 48; Lv 19, 2), porque nos detendríamos en nuestros límites humanos, nunca haríamos nada más que lo que lo que hacemos todos los los días... estaríamos "cómodos" no yendo más allá de nosotros mismos.
2. Para manifestar en nosotros su poder
Cuando a San Francisco de Asís le preguntaban: pero ¿por qué el Señor eligió precisamente a ti que no eres hermoso, ni instruido, ni bueno para hablar? Él respondío: “como no ha hallado sobre la tierra otra criatura más vil para realirzar la obra maravillora que se había propuesto, me ha escogido a mí [..] para que se conosca que toda virtud y todo bien es de Él, y no de la criatura” (Cf. Las Florecillas de San Francisco, Cap. X). En otras palabras, para que se vea claramente que no es harina de nuestro saco, sino que es Él quien obra en en nosotros.
Así el Señor llama a los tímidos, los que nadie elegiría y les hace hacer grandes cosas para manifestar que nada es imposible a Él (cf. Lc 1, 37).
¡¡Por lo tanto nadie se desanime!!
"La piedra que desecharon los constructores es ahora piedra angular" (Sal [117], 22)
Hna. VMD
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