Muchos jóvenes nos preguntan: "¿Qué es necesario para iniciar un camino de discernimiento vocacional?" Pues bien, algo sumamente necesario para comprender la propia vocación es un guía espiritual. Cada alma es única y tiene sus propias particularidades. Cada persona tiene experiencias, pensamientos y formas de actuar diferentes; y sólo el Señor, que nos conoce profundamente, sabe cuál es la persona más adecuada para guiarnos, por lo que la elección de un guía espiritual no es algo que ocurra por casualidad, sino que es fruto de la oración y de las señales dadas por Dios.
He aquí una reflexión de San Francisco de Sales sobre la dirección espiritual:
"Cuando el joven Tobías recibió la orden de ir a Rage, respondió: 'No conozco el camino'. Su padre le dijo entonces: Ve en silencio y busca a alguien que te guíe. Lo mismo te digo a ti, Filotea. ¿Quieres emprender el camino de la devoción con confianza? Busca a algún hombre capaz que te sirva de guía y te acompañe; es la recomendación de las recomendaciones. Busques lo que busques, dice la devota Ávila, sólo encontrarás la voluntad de Dios con certeza en el camino de la obediencia humilde, tan recomendado y practicado por los devotos de la antigüedad. [...] 'El amigo fiel', dice la Sagrada Escritura, 'es una fuerte protección; quien lo encuentra, encuentra un tesoro'. (Sir 6:14,16) El amigo fiel es un bálsamo de vida e inmortalidad; los que temen a Dios lo encuentran. Estas divinas palabras se refieren, en primer lugar, como puedes ver, a la inmortalidad, para caminar hacia ella es necesario, en primer lugar, tener un amigo fiel que dirija nuestras acciones con sus exhortaciones y consejos; así evitará las trampas y los engaños del enemigo; Será para nosotros un tesoro de sabiduría en las aflicciones, en las penas y en las caídas; será el bálsamo que aliviará y consolará nuestros corazones en las enfermedades espirituales; nos protegerá del mal y nos hará firmes en el bien; y si nos sobreviene alguna enfermedad, evitará que se convierta en fatal y nos curará.
Pero, ¿quién puede encontrar un amigo así? El Sabio responde: los que temen a Dios (Sir 6:16); es decir, los humildes, que desean fervientemente avanzar en la vida espiritual. Ya que es tan querido para ti caminar con un buen guía, en este santo viaje de devoción, querida Filotea, ruega a Dios, con gran insistencia, que te proporcione uno según su corazón; y entonces no dudes: ten la certeza de que, aunque te envíe un Ángel del cielo, como hizo con el joven Tobías, te enviará un guía capaz y fiel.
Para ti debe seguir siendo siempre un Ángel: es decir, cuando lo hayas encontrado, no dejes de estimarlo como hombre, y no pongas tu confianza en sus capacidades humanas, sino sólo en Dios, que te animará y te hablará a través de ese hombre, poniendo en su corazón y en su boca lo que será útil para tu bien; debes escucharlo como a un Ángel que ha venido del cielo para guiarte hasta allí. Háblale con el corazón abierto, con total sinceridad y franqueza; manifiéstale claramente el bien y el mal sin fingimiento ni disimulo: así el bien se apreciará y se hará más sólido y el mal se corregirá y reparará; en las aflicciones será un alivio y una fuerza para ti, en los consuelos moderación y medida. Debes depositar en él una confianza ilimitada, combinada con un gran respeto, pero de tal manera que el respeto no disminuya la confianza y la confianza no quite el respeto. Ábrete a él con el respeto de una hija hacia su padre y respétalo con la confianza de un hijo hacia su madre; para decirlo brevemente: debe ser una amistad fuerte y dulce, santa, sagrada, digna de Dios, divina, espiritual.
Para ello, escoge uno de entre mil, dice Ávila; yo te digo que uno de entre diez mil, porque son menos los que se dicen capaces de tal tarea. Debe ser rico en caridad, conocimiento y prudencia: si falta una de estas tres cualidades, hay peligro. Repito, pídelo a Dios y, una vez que lo hayas encontrado, bendice a su divina Majestad, detente en eso y no busques otros; pero ponte en marcha, con sencillez, humildad y confianza; el tuyo será un viaje feliz." (San Francisco de Sales, Filotea, Cap. IV)
Hna. CMC
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