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DISCERNIR MI NOMBRE RELIGIOSO: ANTONIO...

Actualizado: 25 jul


En abril de 2003, durante una peregrinación a Roma con un hermano mayor de la comunidad, elegimos visitar a un amigo que era párroco en Percile, un pequeño pueblo cerca de Roma. Nos recibió con alegría por la noche en su pintoresca rectoría elegantemente situada sobre la ciudad medieval y, después de una agradable cena juntos, preparó una habitación para la hermana y un espacio en su oficina para nosotros los hermanos poniendo varias mantas en el suelo para la noche. Deseando a todos una buena noche, dijimos nuestras últimas oraciones y luego nos quedamos dormidos.


Esa noche, curiosamente interesante, tuve un sueño que permaneció grabado en los "ojos de mi corazón" (cf. Ef 1,18) incluso después de despertar. El sueño era el siguiente: yo estaba de pie en la Plaza de San Pedro en Roma, y estaba San Antonio abad. Vestía un saco y tenía una larga barba blanca. Tenía en la mano una "Licencia del Cristiano" rosa - algo por lo que nuestra comunidad es bien conocida, ya que a menudo la usamos en la evangelización - y él mismo estaba evangelizando a un joven con una gorra de béisbol. Al verlo evangelizar, el rostro de San Antonio se convirtió en mi rostro y vi que al final yo mismo evangelizaba al joven.

Al día siguiente saludamos al sacerdote que nos acogió y comenzamos a partir para la Sicilia. Ya que estábamos en una pequeña ciudad de montaña en Italia, había poco tráfico, así que antes de encontrar a alguien que nos ayudara a ir en autostop (aventón) por la colina, felizmente decidimos caminar por el sinuoso camino, tomando aire fresco, admirando el hermoso paisaje y rezando el Santo Rosario meditado juntos. Cuando finalmente llegamos a una de las ciudades más cercanas, ya era mediodía. En busca de un poco de descanso después de la larga caminada que habíamos hecho, decidimos pedir comida y después de hacer la Hora Media antes de almorzar. Después de encontrar gente generosa para proporcionarnos comida, vimos una antigua iglesia que estaba cerrada y decidimos sentarnos en los escalones delanteros, descansando nuestras espaldas en la puerta de madera mientras mirábamos la calle.


Mientras comíamos en paz, agradeciendo al Señor por darnos ese alimento, nuestras almas volavan en alto, gozosas por la maravillosa libertad recibida por Cristo al poder vivir su Evangelio. Reconociendo un momento apropiado en el que mi superior era libre de responder a mis preguntas, empecé a decir con la ayuda de la hermana que traducí (ya que en ese momento no hablaba bien el italiano), lo que había visto la noche anterior en el sueño. Después de haber reflexionado un poco, mi superior me preguntó si por casualidad había hecho una oración al Señor por mi "futuro" nombre religioso y si, posiblemente, "Antonio" era una de las opciones. Curiosamente, sin que yo se lo hubiera dicho antes, comprendió perfectamente lo que ya estaba en mi corazón: ¡Sí, había orado precisamente para entender qué nombre elegir, y Antonio era uno de los cinco nombres que me gustaban y que tenía en mi lista de oración!


Mientras me detenía a reflexionar sobre esta extraordinaria coincidencia, mi superior, con la cabeza alta, miraba a distancia. Sonriendo aún más y volviéndose hacia mí, levantó la mano y señaló delante de nostros. Mirando adelante para tratar de dar un vistazo a lo que fuera que sea que él estaba indicandome para prestar atención, vi para mi gran asombro un letrero directamente delante de nosotros, no a más de diez metros de distancia, con el nombre de la Iglesia donde nos habiamos sentado de espaldas para descansar en la puerta principal. Decía: ¡"Iglesia de San Antonio abad; antigua Columna"!


A partir de ese momento me quedó claro que el Señor me invitaba a tomar el nuevo nombre de Antonio y, en mi santa perseverancia, de cierta manera a convertirme también en una columna de la iglesia (cf. 1Tm 3, 15).

Fr. A.M.S.

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