Un Sacerdote, docto y estimado, fue invitado a tener una conferencia sobre el Éxodo en uno de los centros culturales más exclusivos de la ciudad. El público, culto y listo, seguia cuidadosamente la exposición.
El Sacerdote presentó así el episodio del maná que cayó del cielo: "El Dios hizo llover su pan, que tuvo sabor de hogaza con la miel, cuánto bastaba para el día. No se mantenia hasta el día después, excepto el viernes. Cuando el sol empezaba a calentarse se deshacia….".
Un oyente lo interrumpió:"¡Que desperdicio de tiempo! ¿Por qué por un solo día? ¿No habría sido mejor si Dios hubiera mandado provisiones que duraran al menos un año? Habría sido más práctico y mucho menos pesado… ".
El Sacerdote, como era usualmente di hacer, respondió con una historia: "Un gran rey tuvo a un hijo. Era sólo un niño pero tuvo que subir al trono y su educación fue un asunto de estado. Habia una ley que imponia que el rey debia ver al hijo solo una vez al año. El rey amaba mucho mucho a su niño y el principito amaba mucho a su papá. ¡Pues habrían querido estar juntos un poco más! Pero la ley era severa. Así poco a poco se volvieron en dos extraños". Y continuó: "Por esto Dios mandaba su dono cada día…".
Así esta escrito:
"Danos hoy nuestro pan de cada día". (Mt 6,11)
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