En la juventud es fácil idealizar la vida, pensar en lo que quieres ganar y lograr, sin tener en cuenta las derrotas y los fracasos. Con el tiempo nos damos cuenta de que la realidad no siempre corresponde a lo que se ha idealizado y, sobre todo, ¡no es sinónimo de felicidad! Incluso podríamos conquistar el mundo entero, pero si no comprendemos el plan de Dios para nuestra breve existencia en esta tierra, siempre habrá un vacío dentro de nosotros. Como diría san Agustín: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto mientras no descanse ti."
Entonces, ¿qué debemos hacer concretamente para ser felices?
Responderemos a esta pregunta, no con opiniones simples, sino de acuerdo con el pensamiento de Aquel que ha creado todo: "En cambio, el que considera atentamente la Ley perfecta, que nos hace libres, y se aficiona a ella, no como un oyente distraído, sino como un verdadero cumplidor de la Ley, será feliz al practicarla." (St 1,25). Según este versículo es facil encontrar la felicidad, el secreto está en el esfuerzo por ser fiel a la ley del Señor, porque ser feliz es una consecuencia de la práctica de la Palabra de Dios.
Dice el Salmo 23: "El Señor es mi pastor, nada me puede faltar... Tu felicidad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida”. Deja que Cristo sea el pastor de tu vida (cf Jn 10,11) y recibirás la promesa que hizo: ¡la felicidad!
¿Cómo podemos saber que es realmente así? ¡Experimentando! ¡Intentar! No hay nada que perder, de hecho, es un desafío donde sólo hay ganadores.
Hna. CMC
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(Algunas citas bíblica han sido traducidas de la versión italiana de la Biblia de Jerusalén 4° edición, aprobada por la Conferencia Episcopal Italiana - CEI - )
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