Cuando hablamos de la vocación o de la voluntad de Dios, hay una tendencia de pensar a un misterio, en algo que no puede ser claramente conocido. Algunas personas dicen ser capaces de intuir o escuchar la llamada, pero nunca llegan a una certeza. Como diría nuestro fundador, como seres humanos no tenemos la capacidad de entender a todo Dios, pero cuando se trata de salvación, podemos entenderlo todo. El Señor mismo quería que su pensamiento fuera escrito, dejándonos el "mapa de las Sagradas Escrituras" para que supiéramos hacia dónde ir. En efecto, no es sólo palabra escrita, sino viva, porque el "la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros" (Jn 1, 14).
"Dios derramó sobre nosotros [su gracia], dándonos toda sabiduría y entendimiento. Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad, conforme al designio misericordioso que estableció de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir en todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo" (Ef 1, 8-10).
Como alguien ha notado, en palabras de San Pablo, se ha revelado el misterio de Su Voluntad: ¡resumir todo en Cristo! ¡Es Él nuestro modelo!
Uno de los ejercicios espirituales que recomiendo a los jóvenes a los que acompaño en discernimiento es leer el Evangelio, meditar sobre la vida de Cristo y ver cuán dispuestos estarían a hacer lo que Él ha hecho y a vivir como Él ha vivido. Como decía San José María Escribà: "El amor busca la unión, identificarse con la persona amada: y, al unirnos con Cristo, nos atraerá el ansia de secudar su vida de entrega, de amor inmesurable, de sacrificio hasta la muerte" (Amigos de Dios, 236).
Reflexiona bien sobre esto…
¿hasta qué punto están dispuestos a imitar a Cristo?
Al "30%, 60%, o al 100%" (cf. Mt 13,8)?
Hna. C.M.C.
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